Marià Mullerat y Soldevila: Un hombre de profundas convicciones cristianas

El día 7 de noviembre de este año el Papa Francisco autorizaba a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el Decreto sobre el martirio del Siervo de Dios Mariano Mullerat i Soldevila.

Un perfil biográfico es algo más que trepar fechas y algunas anécdotas; son importantes las fechas, pero también el período histórico en el que vivió el biografiado y como vivió. Marià Mullerat i Soldevila fue un católico militante. Nunca disimuló o pasar de puntillas ante las dificultades que le podía acarrear su fe católica y su amor a la tierra.

Marià Mullerat i Soldevila nació en Santa Coloma de Queralt el 24 de marzo de 1897 en el seno de una familia de raíces profundamente cristianas. Recibió el bautismo el 30 de marzo y la confirmación el 17 de mayo del mismo año. Cursó los primeros estudios en la escuela del pueblo hasta los 13 años. Después lo enviaron interno en Reus en el colegio «San Pedro Apóstol» de los Hijos de la Sagrada Familia donde permaneció durante cuatro años. Acabó los estudios con muy buenos resultados.

En 1914 comenzó la carrera de medicina en la Facultad de Barcelona. Fue un alumno que se distinguió por su aplicación, jovialidad, seriedad y por su testimonio y defensa de la fe. Desde 1919 fue alumno pensionado de la facultad de medicina, lo que conllevaba estar en contacto directo con los enfermos ingresados.

Era uno de los alumnos más activos de la facultad, a las vacaciones especialmente iba a dar conferencias por los pueblos y ciudades sobre temas católicos y sociopolíticos conformes a la fe católica. En 1921 terminó la carrera obteniendo la licenciatura en medicina y cirugía.

Marià conoció la joven arbequina Dolores Sans i Bové con la que contrajo matrimonio en Arbeca el 14 de enero de 1922. Del matrimonio nacieron cinco hijas, la primera murió poco después de haber nacido.

Arbeca y los pueblos de los alrededores fueron el campo de trabajo y de apostolado del médico Mullerat. Fue un hombre fiel al renacimiento catalán y de convicciones cristianas profundas.

Que Mullerat era un buen médico lo atestiguaron los que le conocieron: por su talante y profesionalidad se ganó la confianza de mucha gente. Fue el médico de cabecera de personas de todas las ideologías y clases sociales. ¡Cuántas veces el señor Mariano no había pagado las medicinas de un paciente! Como también había tenido muchos otros gestos de «buen samaritano».

No podemos obviar que Marià Mullerat vivió, como todo el mundo entonces, momentos duros de la historia de este país: la Dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la Segunda República y la aprobación de la Constitución republicana el 9 de diciembre de 1931; pronto se enturbia las relaciones del Estado con la Iglesia; la situación se complicó aún más con la aprobación de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas el 2 de junio de 1933 y reglamentada por un decreto ley de 27 de julio, que fue un duro golpe para la Iglesia.

El médico Mullerat también fue elegido alcalde de Arbeca cargo que ejerció a lo largo de seis años, del 29 de marzo de 1924 hasta marzo de 1930. Su actividad política no alteraba la dedicación profesional. Como alcalde se preocupó por el bien del pueblo. Arbeca tenía entonces un censo superior a los tres mil habitantes. Bajo su dirección se construyeron aceras en todas las calles. Se llevaron tuberías para la distribución del agua en el pueblo y el de fuentes públicas. Abrió por los estudiosos del Archivo Municipal. Trabajó para mejorar las costumbres públicos, creó la Biblioteca Municipal, recuperó alguna costumbre folclórico olvidado. No pudo llevar a cabo una cosa: crear escuelas para facilitar la enseñanza de los niños, un deseo que no pudo ver terminado.

En 1923 fundó la publicación quincenal L’Escut con el lema «defensor de toda sana ideología», que no tenía otro objetivo que unir todos los que convivían en una misma tierra y trabajaban por un mismo ideal. No se mostró excluyente y se manifestó abierto hacia todos, incluidos los de izquierdas o republicanos. La base que animaba su compromiso político como cristiano estaba en la doctrina de León XIII, en la encíclica Immortale Dei.

Y estalló la guerra. El día 12 de agosto de 1936, a las 10 de la noche llamaron a la puerta los del Comité, hicieron un registro en la casa y lanzaron balcón abajo todos los objetos religiosos que encontraron, y en la calle hay prendieron fuego. Antes pero le obligaron con amenazas a firmar unos documentos con el fin de sacar dinero. Todo ello ante la familia.

Al día siguiente, el 13 de agosto, sin advertencia fue sacado violentamente de su casa. Al despedirse de la esposa le dijo: Dolores, perdónalos como yo los perdono. De casa se lo llevaron al cuartel de la Guardia Civil, allí con todos los demás detenidos los hicieron subir a un camión. A uno de los milicianos se le disparó el arma y quedó herido, el doctor Mullerat tuvo el gesto de curarlo. Desde el cuartel los llevaron hasta un lugar, conocido como el Plan, los hicieron bajar del camión y los asesinaron. A continuación rociar con gasolina los cadáveres. Murió porque era católico. Uno de los testigos que declaró deja muy claro quién era el médico Marià Mullerat y Soldevila: «Lo hago [atestiguar], porque para estudiar la faceta del hombre político, o bien del profesional de la medicina, hay que tener en cuenta, primero , la dimensión cristiana de su vida, que fue la que el amoldó y condicionó toda su actuación como médico y como hombre interesado por las cosas públicas. Cristiano de sólida formación y de arraigadas convicciones, se movía bajo el impulso de su fe por encima de cualquier otro miramiento humano, dando siempre testimonio de su cristianismo con la valentía que muchas veces exigían las circunstancias.»[1]

[1] Positio super Martyrio, Declaración escrita de Antoni Paz y Sans, Testigo VII, [2], 282.

Pere Cardona, capuchino,
Juez delegado de la Causa

(Artículo publicado en la revista Iglesia de Tarragona, n. 307 – noviembre-diciembre 2018)